ADAMASQUINADO

El damasquinado, arte de incrustar oro en hierro, se vuelve aquí metáfora de la existencia: lo duro, lo impenetrable, se abre para recibir destellos de luz.
El negro contiene, protege, un negro profundo, que no es ausencia sino abismo fértil.
Sobre él, el oro resplandece como incisión, como filigrana que se incrusta en la oscuridad, irrumpe marcando caminos que parecen cicatrices sagradas.
La obra respira en esa tensión: lo eterno y lo efímero, lo oculto y lo revelado. Es un diálogo entre sombra y fulgor, un mapa secreto donde lo precioso solo brilla porque se enfrenta al abismo.